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lunes, 2 de febrero de 2015
El denominado “eje cafetero” es una zona de
Colombia donde se encuentra la mayor cantidad de fincas productoras de café.
Por su clima, suelos y altura, es propicia para el desarrollo de esta
industria.
Esta región es la que forman el triunvirato
de las ciudades de Armenia, Pereira y Mañizales.
Salimos de Bogotá hacia el eje con 3
objetivos claros:
1)
Probar la lechona en la ruta
2)
Probar la bandeja paisa
3)
Conocer una pequeña finca de
café que pueda mostrarnos el quehacer diario y no un recorrido turístico
Nos subimos al auto por la mañana y
seguimos las instrucciones que nos había dado Francisco, papá de Dani, sabíamos
que antes del mediodía íbamos a pasar por El Espinal, el paraíso de la lechona!
Al ver el primer cartel que anunciaba el manjar, nos detuvimos bruscamente
sobre la banquina, apreciamos ese “gran bicho embalsamado de arroz, porotos y
verduras” y nos animamos a probar una porción aún con el desayuno presente. La
lechona, como su nombre lo dice, es un cerdo entero con cabeza y todo,
deshuesado y relleno con arroz, verduras y porotos del cual te cortan una
tajada y te la sirven con una arepita. Su aspecto es un tanto intimidador, pero
valió la pena probarlo: recomendado para personas no impresionables.
Un tema menos. Ahora a buscar la bandeja
paisa y dónde encontrar una finca pequeña no turística.
Unas horas más tarde vimos un restaurante
súper bonito, muy bien decorado y entramos. Al ver la carta nos llevamos la
sorpresa de que el recinto se llamaba “El secreto de Puerto Madero” y era
especialista en carnes argentinas, aunque, por suerte, tenía comidas típicas. A
probar la bandeja paisa entonces! Esta comida es típica de la región de
Medellín y consiste en una bandeja (literalmente) con carne picada, arroz,
patacones (plátano verde frito o a plancha), porotos, arepas, huevo frito y
chicharrón de cerdo (que es el cuero crocante, no el que conocemos en
Argentina). Delicioso! Otro check más y a buscar el más importante.
Habíamos leído en el blog de los chicos de
“Te quiero hasta Alaska” sobre un lugar llamado Salento, pero no sabíamos
exactamente de qué se trataba, en nuestro imaginario era un pequeño pueblo
cafetero, pero al llegar nos dimos cuenta que es un pueblo muy pintoresco, en
la altura y donde crece poco café por su clima frío al cual denominan café de
montaña y algunos dicen que es hasta más rico.
Llegamos a su plaza y enseguida nos dimos
cuenta de su belleza: su iluminado alusivo a Navidad y sus puestitos de comida
y de artesanos que la rodeaban casi por completo, sus casitas de colores con
una arquitectura muy particular, su vía crucis hasta la cima del cerro desde
donde se puede apreciar el pueblo, la montaña y el valle... Estacionamos a un
par de cuadras de la plaza, que estaba llena de gente, y consultamos sobre
fincas para conocer en un puesto de información turística. Resulta que hay dos
que están preparadas para el turismo, hacen un recorrido y te muestran el
proceso del café. Pero no es lo que habíamos estado buscando, y como si el
destino tuviese ganas de sonreírnos, una de las muchachas que atendían en la
información turística nos ofreció conocer la pequeña finca no abierta al
turismo de sus papás.
Concertada la cita, al otro día teníamos
que acercarnos temprano a su casa. Las instrucciones eran sencillas: seguir la
calle del cementerio hasta llegar a la garita del colectivo, doblar a la
izquierda, cruzar un puente y encontrar la tercera casa con portón negro…
sencillísimo! Tanto que nos perdimos, dimos una vuelta a toda la montaña y
llegamos finalmente a la finca después de caminar casi dos horas, pero
llegamos! Ahí nos recibieron de mil maravillas, compartimos un desayuno con
café de producción propia y salimos a conocer la finca.
Nos mostraron su pequeña granja donde
tenían, caballos, gallinas, una huerta de consumo personal y hasta un estanque
con producción de peces. De ahí pasamos a conocer el proceso del café, el cual
básicamente consta de la cosecha del café cuando está madura, es decir que
adquiere un color rojizo o morado, después se les saca la piel, se los clasifica,
se los deja secar en unas especies de camas con lecho de tejido y un techo al
estilo invernadero y luego se tuestan y se muelen. El proceso de ellos llega
hasta el secado, luego se lo venden a una cooperativa que se encarga de
molerlos, envasarlos y comercializarlos, pero siempre un poco de la mejor
selección va para el pequeño molino de la casa y el consumo personal y de
amigos.
Aquí aprendimos que hay unos 3 tipos de
plantas de café y que su origen es árabe y fue importado a Colombia donde se
adaptó en muy buenas condiciones.
La finca era hermosa, bien arriba de la
montaña, con vistas a todo el valle y hasta con una cascada propia y los
señores eran divinos y muy auténticos.
El destino quiso que conozcamos la sexta
finca con mejor calidad de café del Quindió (provincia donde está Salento) entre cientos de fincas participantes, el
café era delicioso y hasta pudimos traernos una bolsita que nos está alegrando
cada mañana.
Solo teníamos que regresar y para hacerlo
nos indicaron un atajo, teníamos que cruzar el río por otro puente y subir la
montaña por un camino marcado… al llegar a 10 metros de la ruta el camino se
perdía y tuvimos que bajar el cerro entero para desviar por otro camino al
comienzo, otras dos horas con mucho calor y sed, pero con la alegría de deber
cumplido: completamos la lista!
La lechona de El Espinal |
Testeando la lechona: checked |
La bandeja paisa: checked |
En el Secreto de Puerto Madero |
Bella Salento, sus casas y al fondo el vía crucis hasta el mirador |
La arquitectura de Salento |
Ellos mismos lo resumen muy bien |
Vista al valle desde el mirador |
Y.... llegamos a la finca!! |
Los granos secándose antes de ser tostados |
La planta de café, se pueden apreciar granos listos y otros aún verdes |
Pelando el grano... |
El molino para la producción local |
Gracias por mostrarnos su finca!! |