jueves, 19 de marzo de 2015


Nos habíamos quedado con ganas de selva ya desde nuestro paso por Brasil, y Ecuador nos presentaba la revancha muy fácil, es que todo en este país está “cerca”.

De Mindo pasamos por Papallacta para acortar el camino y conocer sus termas, pero bien tempranito ya nos dirigimos con rumbo a la selva, teníamos a Tena y Puyo como referentes. Antes hicimos una parada en Cotundo porque vimos que había algún petroglifo, y así era, con solo caminar un sendero descuidado llegamos a un dibujo en una piedra. Al regresar, nos llamó la atención un motorhome estacionado frente a la policía, nos acercamos a curiosear y ahí es donde nos encontramos con una familia de 5 marroquíes (papá, mamá y 3 pequeños) recorriendo, por ahora Sudamérica, y fueron ellos los que nos certificaron que el lugar que habíamos escuchado nombrar, donde los monos reinaban en las calles, era Puerto Misahuallí, entrando un poco más hacia el oriente desde Tena: destino resuelto.

Antes de encarar el camino quisimos ir a las cuevas de Jumandí, pero se necesitaba de un grupo, había que pagar un ingreso para unas piscinas aunque no se las use y blablablá… así que entramos a otras que habíamos visto antes en el camino, algo del Templo de ceremonias. Ahí fuimos a la cueva del elefante, una cueva subterránea donde tuvimos que pasar por recovecos bien estrechos y con el agua a la altura de las rodillas y todo con la luz de unas velas que cada dos por tres se apagaban por causa de las gotas que provenían del techo. En resumen, excelente excursión, más improvisada tal vez, pero más autóctona también. Por suerte nos prestaron botas de goma…

Por la tarde llegamos ya a Misahallí, no sin dar mil vueltas porque el GPS no mostraba el camino, cada uno al que le preguntábamos nos daba una indicación diferente y los carteles, bien gracias.

Nos estacionamos frente a la plaza central del pueblo, bajamos y no tardamos ni 5 minutos en empezar a ver a la familia de monos paseándose por las calles y la plaza entreteniendo a los turistas papparazzis y aprovechándose de algún distraído para robarle alguna pertenencia y correr sobre algún techo para golpearla queriendo abrirla cual coco.

Nos quedamos en total 3 días en este pueblo donde hicimos amistad principalmente con Luisa, una española de vacaciones por Ecuador a la que le habían pasado una serie de infortunios y con quien compartimos caminatas, fogatas, excursiones y clases de macramé. Leo, un guía buena onda que un día nos sacó a navegar “de grasa” y conocer una cascada y una comunidad de esas que vive del turismo, quienes nos mostraron sus chozas, sus animales con bozales, su antena de DirecTv y sus heladeras con brillosos logos de cervezas nacionales. Con ellos dos, ese mismo día, nos fuimos a la playa, prendimos un fuego y compartimos una cena entre historia e historia de la selva.

También conocimos a Walter, el dueño de un restaurante que nos ofreció ir a darle de comer a sus perros, quienes vivían en una isla selva adentro. Allí fuimos, subimos a su barco, navegamos unos minutos por el Río Napo y llegamos a su isla, donde había una cabañita abierta, plantaciones de plátano, papaya, yuca y maíz rodeados de una densa selva amazónica. Con él caminamos un poco para conocer su latifundio y nos hicimos picar por las hormigas hasta llegar al río, buscar la lancha y regresarnos al pueblo.

Estábamos en Febrero y eran vísperas de Carnaval, el pueblo se estaba vistiendo de fiesta preparando su gran festejo, el cual iba a culminar con uno de los máximos exponentes contemporáneos de la cultura argentina: Nene Malo.

Como conclusión, podemos decir que Puerto Misahuallí te abre la puerta al Amazonas y te deja pispear, desde ahí se comienza a apreciar su dimensión y uno puede vivir un poco de qué se trata con la seguridad de la civilización, sin embargo, para entrar es necesario contratar uno de esos toures de 3 o 4 días mínimo e internarse con un guía autóctono y conocedor para descubrir sus tesoros. Lamentablemente, estos toures son de tarifas internacionales, y no es que no estén justificados, pero están fuera de nuestro alcance.




Tomando una ducha en una cascada por ahí en la selva

Una comunidad indígena a orillas del río Misahuallí

Carla, Luisa y Leo en la cena a orillas del río

Tochi!

Walter al timón

Uno de los monos de la plaza central de Misahuallí jugando con un cacao




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