miércoles, 14 de enero de 2015

Estábamos a no más de 5 kms de llegar a la frontera entre Brasil y Venezuela, Mauro y Gonza venían punteando a 60 kms por hora en Pandora mientras que Carla y Caro los seguían en la Chanchu cuando de repente la aguja del combustible de Pandora bajó los brazos y allí nos dejó a la deriva, casi divisando la meta. La Chanchu no es que tenía mucho más resto, pero sí para hacer esos 5 kms. Cambio! Caro por Mauro y a buscar gasoil a Pakaraima.

Sabíamos que del lado de Venezuela, por un área definida, no le venden ningún tipo de combustible a los autos con patente extranjera, pero los brasileros tienen que darle de comer a sus carros, no?. Primera sorpresa: Pakaraima no tiene estaciones de servicio, la única que hay es dentro de la aduana del lado venezolano que le llaman “la internacional”, ahí uno puede cargar nafta o diesel por un tercio de lo que cuesta en Brasil, pero unas 350 veces de lo que cuesta en el país bolivariano. Con nuestro bidón encaramos a las distintas autoridades fronterizas explicándole nuestra situación, que debíamos buscar al menos 4 o 5 litros para mover a Pandora y ahí vinieron las siguientes dos sorpresas: uno puede ser acusado de contrabando si lo ven con un bidón de combustible y en “la internacional” no te venden en bidón para no convertirte en un forastero.

Después de hablar con el control policial brasilero para que cuando nos vean pasar sepan que no éramos delincuentes, tuvimos que convencer a los militares de la estación para que nos llenen ese bidoncito. Listo! Un tema menos, ahora había que alimentar a la gorda. Sorpresa número 4: no había más nafta (o gasolina…) hasta el próximo día! Muy buena eh! Y ahora cómo volvemos con el gasoil? Si volvíamos a alimentar a una se nos queda del hambre la otra… La solución se nos presentó fácil (aunque no tanto, ya verán por qué), uno de los señores que estaba cargando combustible al lado nuestro nos dijo que en la gomería a escasos metros de la policía brasilera vendían combustible de contrabando, y si bien no queremos corromper, no nos quedaban opción, tuvimos que alimentar al sistema aunque decidimos que fuese por muy poquito. Un señor tomó su manguera, chupó 5 litros combustible de otro auto y se lo inyectó al nuestro, con eso bastaría para ir y volver todos juntos.

Llegamos hasta donde Caro y Gonza, y regresamos los 5 kms fatídicos hasta Pakaraima para hacer salida de un país y entrada en el otro, esto último es un trámite un tanto engorrosos para quien viaja en auto porque resulta que uno tiene que contratar un seguro para poder circular (lo lógico), pero no hay agencias sino en Santa Elena, a unos 10 o 15 minutos de la frontera, entonces uno tiene que ir hasta allá, sacar el seguro, volver a la aduana, hacer los trámites del auto para que te dejen circular libremente y volver a ingresar al país, peripecia que se complica con solo 5 litros de combustible en el tanque.
Con ese panorama, decidimos entrar al pueblo brasilero, comer algo porque ya era de tarde y estábamos famélicos y reflexionar los pasos a seguir. La decisión fue hacer salida de Brasil ese mismo día y esperar que nos agarre la noche en el predio de la aduana venezolana (que si bien no te dan siquiera un baño, es un lugar agradable, grande y seguro) y dormir ahí para hacer fila y llenar los tanques lo antes posible, para lo cual íbamos a necesitar bolívares (moneda venezolana) ya que en “la internacional” no te venden sino en su moneda. Esto es muy fácil, en la aduana misma está lleno de gente con tremendos fajos de billetes ofreciendo el servicio, decimos “tremendos fajos” porque es literal, 1 real equivalía a 35 bolívares y el billete más grande que tienen es de 100 bolívares, así que imagínense el tamaño de una billetera común y corriente si para un real son al menos 3 billetes… sin embargo, averiguamos en el pueblo y conseguimos en varios locales, supermercados y farmacias un mejor precio.

La noche en la aduana fue genial, estábamos en un paisaje que era muy diferente a lo que veníamos viendo, ya vislumbrábamos la Sabana: sus cerros, su vegetación, su inmensidad. Encontramos un restaurante cerrado pero con un playón abierto con mesas, sillas, luz eléctricas y hasta enchufes, ahí nos instalamos, cocinamos, prendimos la compu y hasta le dimos vida a nuestro proyecto: Maloca.

Ahí nos quedamos los cuatro, en una noche solitaria en el Limbo: no estábamos más en Brasil, no estábamos aún en Venezuela, éramos cuatro botellas naufragando en el mar, sensación extraña, pero algo agradable.
Al otro día fuimos los primeros de la fila, cargamos nuestros tanques, no sin tener que esperar más de la cuenta, hicimos los trámites de entrada al país para cada uno de nosotros, nos fuimos hasta Santa Elena a conseguir nuestros seguros (cosa que no fue nada sencilla) y regresamos para que los dos vehículos puedan circular sin problemas.

Nota: en la frontera comimos una de las mejores arepas que probamos en Venezuela a una mujer que vendía entre los autos que hacían cola en la estación, sublime!

Ah! Recuerdan que les dijimos que la nafta de la gomería no fue tan fácil, a partir de los siguientes días nuestro auto empezó a hacer problemas para arrancar en frío, lo cual se solucionó solo con el tiempo, pero hasta el día de hoy creemos que alguna basura de aquel tanque se fue hasta el nuestro ocasionándonos este pequeño trastorno.

Consejo para el seguro: solo encontramos 3 agencias donde venden seguros, Mapfre, una que vende además celulares frente a la plaza y otra que está en un hotel a escasas cuadras de la plaza Bolívar. En esta última nos ofrecieron Mapfre primero (valores muy caros), pero al insistir nos terminó ofreciendo otra empresa por la mitad de precio. Entonces, nuestro consejo es… no se queden con lo primero que les dicen, pregunten y repregunten llegando casi al extremo de ser densos porque es la única forma de conocer todas las opciones. Otro tema… el seguro es sí o sí por un año como mínimo, no hay tutía.


Consejo para el combustible. De la frontera hacia adelante, el primer puesto que les venden combustible a un extranjero es en los Rápidos de Camoirán, a unos 170 kms de Santa Elena, sino poco más adelante hay otros puestos donde ya está todo bien. Les recomendamos que llenen sus tanques en “la internacional” y recorran la Gran Sabana tranquilos. A nosotros nos vendieron unos litros en la estación de Santa Elena después de argumentar un rato que “la internacional” estaba cerrada y teníamos que hacer esos 170 kms, pero no sabemos si siempre son así de flexibles o no.

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