lunes, 14 de julio de 2014

Sonría usted está en la Bahía!

Bahía es una región alegre, su gente siempre se presenta con una sonrisa y feliz andando por sus calles con ánimo relajado.

Sin embargo, desde que llegamos a San Pablo, nos advierten sobre los peligros de Salvador, nos decían que no es una ciudad segura y que tengamos cuidado al movernos. Estos comentarios nos llamaron la atención, y sin dejar de tomar los recaudos necesarios llegamos, nos instalamos y nos manejamos con mucha cautela. Es cierto que asusta un poco su urbanización, porque los morros están metidos en el medio de toda la ciudad y sobre ellos se ven construcciones que parecen algo precarias y se supone que ahí reside el crimen (prejuicio un tanto facho, si los hay), es como que todas las clases sociales están mezcladas y no existe diferenciación como en otras ciudades (argentinas, por lo menos) y eso hace que no termines de sentirte seguro en algún lugar, como que "vos no los ves pero ellos si" nos dijeron.

"Ojo por acá que es peligroso", "no se muevan por acá que hay asaltos", "cuidado con la gente en tal lugar o en tal otro", "no se manejen de noche", "muévanse en grupo grande", "el bus no es seguro", etc... Es llamativo como al llegar a muchos puntos de interés de la ciudad, las advertencias sobre el cuidado de objetos personales, incluso por los guardias del lugar, se reiteraban.

Con el pasar de los días, este monstruo dominado por la inseguridad, nos parecía cada vez más un mito, una exageración de esas que la gente suele hacer al destacar ciertos aspectos de algo. Pero cuando sentíamos que podíamos movernos con tranquilidad, cuando creíamos que ese monstruo era solo una configuración de fantasía, algún suceso ocurría a nuestro alrededor y otra vez a tratarlo con mucho respeto. No nos dejaba relajar, aunque a nuestros ojos se mostraba apacible, simpático, participativo, pero parecía ocultar siempre una segunda cara y amagaba a mostrárnosla cuando más nos relajábamos.

Tenemos que admitir que Salvador nos recibió con los brazos abiertos, nos invitó a recorrer sus calles, sus barrios, sus parques, sus playas y nunca nos mostró sus garras, pero es mejor no subestimarlo y moverse en horarios prudentes y con la mayor atención posible, sin volverse paranoico (aunque a veces nos cuesta).

Más fotos de Salvador, aquí.

Vista desde un barrio popular de Salvador.

El contraste de la ciudad

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